Columna: Después del intermission, el futuro del cine
Una frase común en el mundo del cine independiente o en el cine de “autor” por estos días es que nuestra industria necesita actuar más punk rock en nuestra forma de pensar sobre cómo llegarle y hacer participar a la audiencia. Es algo que digo a menudo, y he estado leyendo / escuchando a gente decirlo con más frecuencia últimamente.
La idea es que en el pasado, las bandas de punk (y para ser técnicamente precisos, serían el hardcore punk más moderno, o incluso las bandas de garaje, no el OG Punk oficial) llegarían al público al recorrer todo el país en una van tocando en pequeños conciertos para un público leal que luego los apoyaría directamente y, aunque no pudieran hacer una fortuna, podrían ganarse la vida.
El argumento es que con las herramientas que tenemos hoy para llegar directamente a las audiencias y evitar a los intermediarios, y dado que las audiencias descargan cada vez más películas gratis o a un costo infinitamente bajo como es una suscripción a una plataforma de streaming, tal vez podamos ofrecer más valor, y así ganar un poco más de dinero, al conectar directamente con nuestros fans que pagarán para conocernos con nuestra película en persona y apoyar una experiencia auténtica.
Pero la noción también tiene algo que ver con la emoción que sentimos un subconjunto de nosotros: la conexión y estar en el sentido del "ahora" del punk rock.
Siendo un fan, te sientes parte de una experiencia visceral que importa. Para muchos de nosotros, esto nos llevó a aprender mucho sobre música. Eso no quiere decir que todo el mundo supiera tocar sus instrumentos, pero ese era el otro sentido liberador de la música: cualquiera podía coger un instrumento y tocarlo.
La gente colaboró mucho, desde la creación y potenciamiento de bandas, compartir consejos y conocimientos hasta sofás para dormir. Esto significa que podíamos aprender de ellos al unirnos y a aprender de la música (en nuestro caso del cine) no a través de la prensa especializada sino a través de conversaciones con tus amigos y expertos locales (ahora llamados curadores). Comenzamos a tener el bar local. Comenzamos a tener los empleados que conocían de tu música en la tienda de discos local.
Al entrar en una tienda de discos, te sentías abrumado por la cantidad de discos, pero nunca pensaste que había demasiados. Siempre pensaste que había mucha música por descubrir. Más a menudo, ya habías escuchado a una banda y estabas allí en la tienda para comprar el disco porque ya lo habías escuchado en un mix tape que recibías gratis. Ya habías probado la música, posiblemente la escuchaste en vivo en un concierto y ahora querías tenerla.
En su mayor parte, esta sensación de emoción todavía existe en la música, para la mayoría de las personas, incluso si no es tan fuerte como cuando eras adolescente.
Los paralelismos con el cine actual
Creo que podemos ver los posibles paralelismos del cine actual. Si escuchas esto, como yo, creía que el cine actual tiene que ser más punk rock. Pero creo que tenemos que admitirnos a nosotros mismos que actualmente tenemos que recurrir a una metáfora más adecuada para el futuro del cine: la música clásica.
Nuestra continua comparación con el punk rock es una forma de idealizar el futuro potencial del cine, pero creo que una evaluación más sobria nos colocaría de lleno en el campo de la música clásica, y observar lo que sucede allí no es nada agradable.
Primero, si deseas comprar un clásico literario en una librería, simplemente vas a la sección de literatura o de ficción. En la música es completamente diferente: vas a una tienda de discos (una rareza en estos días) o en alguna de las plataformas de streaming de música, y encuentras música popular en una sección y clásica en otra, lo que implica automáticamente que la música clásica es decididamente "música impopular". Esto encaja con la afirmación de la música clásica de que la música clásica es genial y que el resto de lo que escuchamos es basura (o hot dogs como dice Residente).
La música clásica emplea un argumento de venta que, desde el principio, trata cualquier otra forma de música como inferior. El proceso no se trata de encontrar formas de conectarse con los intereses y preocupaciones de los oyentes, sino de convertir a los consumidores de lo popular a lo refinado. O sea, hay que “educar a los públicos”. ¿Dónde hemos escuchado eso?
La música clásica originalmente no era un "arte fino", pero fue convertida en esto por una élite que trataba de separarse de las masas. La música clásica se había presentado al lado de lo que hoy sería visto como cultura popular.
Los críticos comenzaron a equiparar las composiciones del viejo mundo con lo sagrado, que por lo tanto eran más elevadas, de mayor consideración y, por supuesto, mucho más difíciles de entender que la música popular. La música clásica se convirtió en algo enrarecido que existe para los pocos que la entienden. Se convirtió en algo a lo que tenías que asistir en un espacio sinfónico, pagando mucho dinero por el privilegio.
A medida que la música clásica continuaba arrastrándose hacia el excepcionalismo, tenía que ser apoyado por las mismas élites lo suficientemente bendecidas para entenderlo. La venta de boletas a estos conciertos no podían respaldarlo lo suficiente, por lo que las fundaciones, los filántropos y estímulos públicos debían intervenir y subsidiarlo.
A medida que la música clásica se volvió cada vez más irrelevante para las masas, la asistencia disminuyó considerablemente y la mayoría de las orquestas de hoy tienen déficits. Una vez omnipresente en la radio, la música clásica ha sido empujada fuera del espectro. Ya no se hacen nuevas grabaciones de los grandes clásicos (no pun intended), ya no está en la televisión o en muchas de las bandas sonoras de las películas y nos quedamos a escuchar música clásica por streaming.
Algunos miran esta situación y argumentan que en realidad estamos en una era dorada de la música clásica; puede que no esté en la radio, pero su tiempo de escucha ha aumentado gracias a Spotify y a Apple Music. Un fanático de la música clásica puede encontrar lo que busca en la larga lista de contenido en línea y, siempre que tenga una conexión a Internet, tendrá acceso a una gran cantidad de material.
Estoy de acuerdo con esto y creo que es genial, pero desafortunadamente, sigue habiendo un problema: la popularidad y el descubrimiento.
Tenemos más música clásica que nunca en la historia, pero no significa tanto que no esté en el mainstream, como estaba hace medio siglo. Como ocurre con muchas de nuestras bellas artes, la música clásica se ha hecho tan especial que a nadie le importa. Solo se trata de predicarle a los convertidos y de solo convertir a muy pocos nuevos oyentes. Ya no es una parte vibrante de la conversación cultural y popular. La música clásica todavía existe, pero ya no importa.
Esto es precisamente lo que vemos que está sucediendo con el cine independiente y de autor.
Hubo un tiempo en que incluso el cine de autor más vanguardista se podía ver en el teatro de la misma manera que veíamos cualquier película popular. De hecho, fue popular. Ahora, la mayoría de las grandes películas de autor son vistas por unos pocos de élite, los que tienen entradas para Cannes o Berlín o Toronto, que rara vez llegan a las masas.
Sí, distribuidores como IFC, Neon y A24 pueden recoger una buena cantidad de ellos, pero para verlos en sus teatros, debes vivir en Nueva York. Y solo van los que habrán oído de esas películas si eres un cinéfilo que sigue lo que se presenta en Cannes, o lo que escribe IndieWire o el New York Times.
Entre MUBI, Criterion Channel, AppleTV, Google Play, y muchas otras plataformas (incluyendo sitios piratas), tengo más opciones que nunca para ver películas independientes y de autor. Pero al igual que la música clásica, ya no forma parte de la conversación cultural. Al igual que la música clásica, existe en su propia sección, ¿desde cuándo fue independiente un género? ¿Netflix inventó esto? ¿Fue Blockbuster o fue Sundance en los noventas? ¿O fue mi favorito, Criterion?
Autolimitamos nuestras películas independientes / arthouse en un nicho. MUBI, por ejemplo, se especializa en películas de la colección de Criterion y en clásicos extranjeros desconocidos. Esto es genial en la medida en que funciona, y estoy dispuesto a apostar que se maximizará para llegar a todos los amantes actuales del cine de autor. Este no es un mal objetivo e incluso puede mantenerlos rentables, pero si queremos expandir la audiencia para un gran cine, necesitamos llegar a los no iniciados y realmente crear nuevas audiencias.
La sabiduría convencional dice que debes especializarte en un nicho, pero para mí (y posiblemente para el futuro de la forma de este arte), esa es una propuesta limitante. De hecho, creo que no existe una persona que se conecta a su SmartTV o Roku y dice que quiere ver “una película independiente esta noche”.
A la mayoría de las personas a las que les gusta el cine de autor también les gusta ver mucho cine.
Incluso hay un estudio que ha demostrado esto con análisis estadístico de alquileres y compras, por lo que esto no es pseudo-ciencia. Al ponernos en ese nicho, podemos estar limitando nuestra audiencia potencial desde el principio.
Si una película se distribuye, es posible que hayan alcanzado el santo grial, pero es probable que aún no lleguen a una audiencia masiva. La mayoría de los distribuidores reservan las pocas películas de este tipo que se estrenan en pequeños cines independientes, un lugar que nadie más que los ungidos frecuenta. Nuestros festivales y nuestras premiaciones rinden homenaje a las películas que pocas personas han visto.
Centramos nuestra atención en conseguir que la prensa llegue a los lugares habituales, el New York Times, a un puñado de blogs y revistas de cine de arte, todos los cuales son leídos por los ungidos, no por las masas. Estoy dispuesto a apostar que mis amigos menores de 30 años y ni hablar de las personas menores de 18 años, no leen ninguno de estos blogs o artículos, y ellos son la audiencia que realmente necesitamos convertir.
Los festivales de cine podrían ser el gran democratizador, y lo afirman en las solicitudes para estímulos estatales (porque obviamente los festivales no son sostenibles) con regularidad. Pero mira sus programas, y con algunas excepciones notables, están proyectando las mismas películas, y la variedad no significa mezclarse en un cine más popular, sino más bien tener su película de acción de Hong Kong frente a su indie francés o de Irán.
Todos conocemos bien el elitismo deliberadamente reunido por el New York Film Festival, pero muchos festivales de cine anhelan esa realeza cuando afirman que quieren mostrar el trabajo que de otra manera no se vería en su ciudad, o que quieren para "desafiar" a su audiencia.
Cuando Tribeca empezó en Manhattan, la industria cinematográfica, los críticos y los diversos parásitos de la industria se deleitaron en ridiculizar el populismo del festival naciente, pero era demasiado fácil ver que estaban molestos porque ya no estarían entre los pocos que pudieron ver estas películas en Telluride y Venecia.
Ya no iban a poder decirle a sus amigos con una voz altiva: "Oh, la vi cuando se estrenó en Toronto, se deja ver". Les molestaba que la magia de la última obra maestra francesa se viera manchada por la inclusión de películas como Spider Man.
Pero, ¿se molestaron en preguntar al público local qué quieren ver? No. Porque si lo hubieran hecho, probablemente habrían escuchado que la mayoría de las audiencias locales que no pertenecen a la industria cinematográfica quieren una celebración emocionante y festival del cine de todo tipo, y no más cine elitista.
La Generación que tuvo una cámara en sus manos
Se han realizado estudios que muestran que el mayor predictor de asistencia a lugares de música clásica es si alguien ha aprendido a tocar un instrumento o no. Si tienes una formación musical, sientes una conexión más visceral con la música y buscas muchos tipos de música, incluida la clásica.
Creo que también en el cine ahora tenemos legiones de jóvenes que han aprendido a usar una cámara, editar y hacer una película. La “industria” tiende a descartarlos como aficionados y a quejarse de la avalancha torrencial de películas que se presentan a sus festivales cada año. Pero en cambio, podríamos tener la generación perfecta, una que siente una conexión visceral con el cine y quiere explorar más.
El cine ya no es algo mítico para ellos, difícil de hacer o solo para unos pocos de la élite. Ahora saben cómo hacerlo, y este carácter común puede conducir a un mayor descubrimiento y participación. Lástima que hayamos limitado su capacidad para hacerlo, al limitarnos con etiquetas y sitios especializados que muy pocas personas del mainstream explorarán.
Las salas de cine están construyendo cines más elegantes, con asientos lujosos, asientos reservados y comida elegante. Me suena a una velada en la ópera. Quizás no sea solo el cine independiente lo que se está hundiendo en la tierra de la música clásica.
Eso sí, que quede claro, yo no me opongo a los festivales de cine, al VOD o a MUBI (au contraire mon ami, yo pago por MUBI). Contrario a la opinión pública, ni siquiera estoy en contra de los distribuidores (😲). Prefiero ver una película en un asiento cómodo con una cerveza, y se sabe que me asusto cuando tengo que ver una película con "las masas".
No estoy menospreciando a ninguna de estas personas que solo están tratando de que se vean grandes películas. Solo estoy señalando que al ponernos en un pequeño nicho y de continuar enrareciendo la experiencia del cine de autor / indie, es muy posible que nos estemos haciendo menos relevantes.
Puede que ya hayamos perdido la batalla. Cuando hablo con los jóvenes de hoy en día, no hablan de querer ir al cine. No han oído hablar de Sundance. Les encanta ver YouTube o TikTok, pero aún más, les encanta jugar videojuegos y hacer sus propios mash-ups y vídeos. Escucha a la "generación de la red", que es mucho mayor que los niños, pero más joven que yo, y sus ídolos son los Mark Zuckerberg del mundo, no los Scorsese.
El nivel de emoción se ha alejado del cine y se ha dirigido a las computadoras y el internet. Algo de esto se debe a que estas son las cosas nuevas. Sin embargo, me gustaría señalar que también son cosas muy accesibles, especialmente si eres joven. Cualquiera puede hacer el próximo Google o Facebook. Con un poco de práctica, casi cualquier persona puede hacer un video y crear una sensación viral. La red es muy participativa y, por tanto, vibrante.
El cine nunca fue muy participativo. Claro, es posible que la gente se haya saltado del camino para el tren Lumiere que se aproxima y la gente haga memes de escenas de películas, pero la mayor parte del tiempo nos hemos sentado en el cine a mirar. Sin embargo, ha habido momentos en los que esto cambió.
Star Wars se convirtió en una experiencia continua para muchos fanáticos, y algunos incluso participan hasta el punto de vestirse como Storm Trooper. La vanguardia estadounidense hizo todo lo posible para requerir una audiencia activa.
Hoy en día, estas mismas ideas se están reagrupando en palabras más sofisticadas (narración transmedia y distribución propia) y espero que las adoptemos por completo, ya que pueden evitar que nos deslicemos más hacia la canasta de la música clásica.